Algunas veces, uno tiene esos días en los que crees un poco menos en lo que haces. En los que se difumina lo que tienes delante: tus metas, tus objetivos, tus propios deseos, hasta los más egoístas. De repente, aparecen muros que cubren el sol, y no te dejan ver que hay más allá, pues un injusto halo de circunstancias sobrevenidas (y quizás, otras no tanto) no se van. Te acompañan y te miran desde fuera.
Te dejas caer en una silla, conectas tu ordenador, y tratas de buscar respuestas dentro del mejor laberinto posible, como puede ser, y es la música.
Desconectas del exterior y escuchas una canción como "Climbing up the walls", de esa maravilla que tantos sentimientos ha movido, mueve y moverá, un disco como OK Computer de Radiohead. Todavía recuerdo como la primera vez que escuché esta canción, se me erizaron todo el vello de mi cuerpo, porque, si bien en ese momento no entendía la letra, no necesitaba entender lo que transmitía su música.
Precisamente porque la música es algo que va más allá de lo cognoscible. Cada uno tiene esas canciones que siempre le van a transmitir algo, aunque la escuches mil millones de veces. Hace años escribí algo que ya no recuerdo sobre esta canción... Tal vez mañana lo busque, pues no me gusta ser reiterativo.
Hoy al abrir y empujar el pomo de la puerta de mi casa, sabía que me esperaban unos buenos auriculares y borrarme en la oscuridad de esa música que no a todos gusta, ni que todos comprenden, pero que amo por encima de todo.
Hablaremos más a menudo por aquí.
viernes, 30 de octubre de 2015
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