miércoles, 12 de febrero de 2014

Coherencia.

Otra vez he vuelto a dejar mi blog durante meses sin escribir, y ya era hora de retomar este espacio que utilizo para "desahogar" mis inquietudes.

Esta mañana tras despertarme y ponerme con mi rutina diaria, tuve tiempo de ponerme a pensar en lo importante que es ser congruente en la vida. De eso depende la credibilidad en todos los sentidos, en cada momento.

La obstinación, o empecinamiento en una misma dirección, que bien puede ser errónea o acertada, puede definirse como defecto o virtud según el prisma desde el que se mire. A mi me gusta pensar que es una virtud. Luchar por aquello que crees de verdad, aunque erróneo, tiene un gran mérito. Especificando más todavía, la lealtad hacia algo o hacia alguien, tiene mucho más valor.

La tradición marinera dice que el capitán es el último en abandonar la nave, y esa frase es pura obstinación, pura lealtad, pura coherencia.

Y hoy día escasea alarmantemente, por desgracia.

Moverse al son de los vientos que cambian aleatoria y caprichosamente es fácil; permanecer erguido y fijo en una cosa no. Cuando no mantienes la coherencia, pierdes la credibilidad, y es entonces cuando la veleta deja de ser solamente un ejemplo práctico.

El precio de la coherencia es a veces demasiado caro, y el de la lealtad, igual o mayor. Por eso, aplaudo a aquellos y aquellas que al margen de valoraciones, deciden permanecer rectos en una decisión con todo lo que supone.

No se puede estar entre dos aguas siempre: hay que decidir. Ser coherente o no, es lo que marca la diferencia, y los que mejor pueden hablar de ti, son tus propios actos para saber si lo eres o no.

Muchas gracias.