lunes, 15 de julio de 2013

Desierto (I)

"Una extensión en apariencia infinita se extendía ante sus ojos.

Tenía la seguridad de que se trataba de un efecto óptico, provocado por el intenso calor, pero casi se le hacía imposible discernir el horizonte.

Estaba sólo. 

Su única compañía era el sol abrasador que le castigaba desde las alturas, sin posibilidad de resguardarse frente a tal implacable enemigo. No recordaba en qué momento había acabado en aquel páramo solitario y feroz, perdido y a merced del destino, una vez más. 

Sin duda, debía existir un motivo que explicara su situación. Cuando despertó en aquel lugar, no recordaba nada, ni tan siquiera su nombre. ¿Le habrían abandonado a su suerte en este lugar? ¿O tal vez había decidido partir por su propia voluntad a un exilio perpetuo? Intentó hacer memoria, pero no le fue posible.

Extrajo de su pantalón una cartera con escaso contenido y de improbable utilidad, del cual, lo que más le llamó la atención fueron unas fotografías. Pese al desgaste sufrido por el paso del tiempo, las imágenes eran lo suficientemente nítidas. Al cabo de unos segundos, los rostros que allí aparecían evocaron sentimientos pasados, que no terminaba de comprender.
Se encontró sentado en la arena bajo el sol abrasador, preguntándose si aquellas fotografías serían los últimos recuerdos de otras personas que tendría antes de que su vida llegase a su fin. Un fin que presentía cercano.

No sabía porque, pero una sensación de tranquilidad le había invadido. Se acomodó en una duna y poco a poco un plácido sueño se apoderó de él. Sabía que se iría sólo de este mundo, tal y como llegó el día en el que nació. No tenía importancia. Siempre estuvo hecho para la soledad, y no le sorprendía acabar así su historia. Su último pensamiento fue el rostro de una mujer que aparecía en sus fotos, dejándose llevar por el sueño con una efímera sonrisa en los labios. 

Soñaba con que contemplaba el mar en el paseo marítimo des su cuidad natal. A lo lejos, una mujer joven le saludaba y lo llamaba por su nombre. No llegó escuchar su voz, ni a distinguir su cara, salvo su sonrisa. De pronto, una ola rompió frente al lugar en el que se encontraba, bañando su cuerpo de agua salada. Alzó los brazos y cerrando los ojos, aguardó a la siguiente para dejarse mojar por aquel mar lleno de vida.

Despertó tal como en su sueño, empapado por agua.

Sin embargo, no era agua salada.

El sol se ocultaba tras nubes de tormenta, que descargaban lluvia y truenos sobre aquel páramo extraño. Se preguntó si alguna vez habría llovido allí, en medio de ninguna parte. Había ocurrido un milagro. Siempre había sido escéptico, como también lo era en aquello, pero esta vez su escepticismo desapareció. Pronto, sus lágrimas se entremezclaron con las de llovían desde lo más alto. Tenía otra oportunidad para seguir adelante. 

Y así lo hizo. Con energías renovadas, llenó su cantimplora, disfrutó de aquel regalo divino que caía sobre el desierto y empezó a caminar, sin saber hacia donde exactamente, guiándose únicamente por su corazón." 






lunes, 8 de julio de 2013

Escapar, o no escapar.

"Cuando la noche se apagó, seguía sin entenderlo.

Durante muchos años había imaginado el transcurso de una vida sencilla en lugar donde nació. La felicidad basada en la sencillez junto a las personas importantes.

Pero como ya se sabe, los planes se deshacen como la arena entre nuestros dedos antes de lo que imaginamos.

Ahora, sólo deseaba escapar.

A medida que avanzaba hacia su hogar, menos sentía que estaba en el lugar apropiado. Tal vez la tortilla se hubiera dado la vuelta demasiadas veces.

No encontraba ese confort y esa calidez vital imaginadas en los tiempos en los que todavía ignoraba la naturaleza real del mundo. No encontraba con quien enfrentarse a sus temores. Alguien con quien escapar. O tal vez si. No había manera de saberlo en aquel momento.

Se detuvo frente a las proximidades de un puente que atravesaba lo que antaño era un pequeño riachuelo que se volvía caudaloso durante el invierno. Extrajo de su funda una veterana guitarra, se encaramó a la valla que evitaba una caída de altura considerable. Tocar le ayudaba a pensar.

Arrancó varios arpegios del instrumento mientras el amanecer se cernía sobre él. Aquel ser solitario se había aficionado a contemplar la salida del sol.

Había tomado una nueva decisión. No era un mal comienzo."

miércoles, 3 de julio de 2013

Aguardando el momento.

"Una fría brisa se filtraba a través de la ventana del salón principal del torreón. El miraba a los invitados sin prestar atención, pero en el fondo no dejaba de pensar en cuando llegaría el momento.

El rey se consideraba así mismo un hombre justo y ecuánime, que trataba de mantener el difícil equilibrio entre sus súbditos y aliados a cada momento. Sin embargo, pese a sus esfuerzos, sabía de buena mano que le deseaban el mal. Lo que más le molestaba era que no hallaba motivación alguna para ello.

En su mente la respuesta parecía cobrar forma: la envidia, o mejor dicho, una mezcla de envidia y admiración. Deseaban los logros conseguidos; tener el poder de decisión que tenía, así como sus éxitos. Intentaban arrebatarle incluso a sus ex-amantes en secreto, como si con ello estuvieran más cerca de su posición o de hacerle daño. Detestaban tener que estar al cobijo de su sombra para que pudieran sentirse importantes y tener opciones a conseguir otros privilegios.

No era un monarca estúpido o inocente. Sabía de historias de vasallos traidores que habían asesinado o usurpado el trono de sus señores. Algunos se atrevían a intentarlo hasta durante una cena. Ansiaban usurpar tronos que se habían ganado con trabajo y esfuerzo, no por herencia.

Tras su sonrisa sentado en la mesa, se ocultaba la rabia, la decepción, y el pesar por no entender de donde surgía aquella envidia absurda que con sus regalos y gestos había intentado convertir en una lealtad sincera.
"-¿Qué pensáis hacer ahora majestad? Siento no haberos avisado antes... Pensaba que no tendríais fe en mis palabras-, le preguntó su confidente. -Esperar el momento adecuado, y tener la seguridad de quienes me son leales. Después me ocuparé del resto. -.

Bajo su apariencia regia y pulcra, el monarca aguardaba el momento de corregir esas ofensas. La paciencia y el tiempo suelen dar buenos frutos... Y estaba seguro de que así sería."

lunes, 1 de julio de 2013

Hacía demasiado calor.

"Tal vez, ya hacía demasiado calor como para pensárselo.

Puede que también hubiera algo más. Puede que el paso del tiempo calmase las preocupaciones que en otras épocas cargaban su mente. Preocupaciones vacuas.

Nos gusta pensar que hay que ser valientes siempre, el que arriesga no gana y todo eso. Pero está claro que no es lo mismo hablar sobre una canción que cantarla. Puede que ya fuera el momento de dar un paso al frente. Había que correr hacia delante por fin. Era un buen momento para dejarse llevar.

Cuando ya está sucediendo, no puedes pararlo. No debes pararlo. ¿Acaso hay algo mejor que lo que surge por un impulso? ¿Acaso hay algo mejor que la sensación de nace de la adrenalina?

No pensaba. No era necesario.

Hacía demasiado calor como para eso.

El amanecer le saludaba con timidez. No así el calor, que lo perseguía desde que aquel momento en el que se dejó llevar por el instinto, por su intuición. Dedicó una mirada a lo poco que quedaba del cielo nocturno que tanto había presenciado.

Su último pensar antes de que el sueño se adueñara de él fue en la luz oscura de aquello ojos, y una sonrisa que se perdía efímera en su mente.

Ya no tenía miedo. Se había esfumado. Su incertidumbre se había acabado. Ye había perdido mucho tiempo en eso.

Hace demasiado calor, y no iba a perder ni un segundo más."