domingo, 24 de febrero de 2013

Motivos de exigencia.

Retomando las entradas de mi blog, hoy quería hacer una reflexión sobre la importancia de la exigencia de uno mismo, y con respecto a los que nos rodean.

A menudo, nuestro entorno puede reaccionar en contra de una predisposición crítica hacia ellos sin motivo aparente...Y efectivamente de eso se trata, de apariencias. Anteriormente he mencionado reiteradamente lo importante que es la auto-crítica para progresar en el día a día; pues bien, hoy me reafirmo en lo dicho, pero además recalco que exigir que los demás se esfuercen de una manera equitativa, no es injusto.

Poniendo el clásico ejemplo de una empresa en la que muchos holgazanean y sólo unos pocos trabajan... ¿No tienen motivos de exigir mayor rendimiento a sus compañeros vagos? ¿O en su caso, no estarían legitimados para obtener un trato más favorable, mayor protagonismo, o mejor sueldo? Considero la respuesta obvia. No entrando en razones de competitividad, lo que se plantea es el hecho de esforzarse, traduciéndolo en dar todo lo que es posible por estar al máximo nivel en todas nuestras tareas.

Así mismo, aquel que cesa en sus intenciones de seguir mejorando o cae en la más súbita arrogancia, tiene que saberse derrotado de antemano por otros posibles competidores, si no es capaz de mantener esa mentalidad de progresar a cada momento. De hecho, en su momento leí un frase que me pareció sencillamente perfecta para este supuesto: "siempre debemos intentar ser el mejor, pero nunca creerse el mejor" Cuanta razón tenía el que pronunció estas sabias palabras: la displicencia y la actitud autocomplaciente consigo mismo, solamente conduce al estancamiento, y a la decadencia. No os quepa la menor duda.

Así sucede cuando se cae en la creencia errónea de creerse ya superior al resto por decreto. Otro ejemplo: los que más madrugan para ir a trabajar o aceptan encargos laborales en fin de semana y piensan que por ello su nivel está en un escalón superior al resto. Planteamiento erróneo, y bastante además, pues olvidan la posibilidad de que igual quienes trabajan en su jornada normal rinden mucho más que ellos a la hora de la verdad, pudiendo elegir tomarse su tiempo libre para su ocio, y además no requieren despertarse a las 5 para comerse el mundo cada día, o demostrar una supuesta profesionalidad mayor que el resto. Pudiendo entrar en consideraciones subjetivas, creo que el nivel de cada uno depende de su actitud, y que se tratan de banalidades. De modo que para mi: "un buen general demuestra sus virtudes en el campo de batalla, no delante de un mapa con unas maquetas, porque ahí, cualquiera puede jugar a ser Napoleón Bonaparte, cuando en realidad se trata de un simple recluta."

Desde luego, habrá quienes no acepten esos niveles de exigencia, y más en otras esferas de la vida cotidiana. Muchos podrían pensar que se trata simple y llanamente de exigir y no dar nada, que se trata de un ego descontrolado, pero no. Si nos ponemos en el supuesto de las relaciones ¿qué hay de malo valorar todos los atributos?. El otro día un anónimo criticaba mi supuesta única atracción por la belleza física de las mujeres. Nada más lejos de la realidad que esa afirmación. Lo que importa es el conjunto, simplemente...Pero cuando se cumplen unos mínimos que hacen que esa persona resalte de verdad, que hacen de esa persona alguien especial. Siguiendo en esta línea, cuando uno se compromete a darlo todo, siempre busca que la otra persona también lo esté, y aunque los esfuerzos sean diferentes, se valora la actitud.

A fin de cuentas, el esfuerzo y la actitud, no tienen varas de medida realmente válidas, aunque si que puedes esperar que esos "mínimos" se cumplan. Es normal que se generen resentimientos (o celos) cuando alguien no ha estado a la altura de esos requisitos ha visto superado su plazo y acabado con la paciencia de uno, pero es ley de vida. No todas las piezas de un puzzle encajan en los mismos lugares ¿no? De hecho, algunas piezas quedan solitarias y abandonadas al polvo y al olvido debatiéndose entre su ego y su prepotencia, incapaces de ceder para encajar con las demás, culpando a todos menos a sí mismos de sus fracasos sentimentales y sociales.

Si existieran las gorgonas, hace tiempo que me habría convertido en piedra para siempre, sobretodo cuando Medusa o su pariente más próxima me ha atravesado con miradas cargadas de rencor y celos una y otra vez. Lástima para ella y suerte para mi que solamente sean leyendas.

Esos motivos de exigencia, tanto con uno mismo y con los demás, son fundamentales a la hora de nuestro desarrollo personal y social, pues conformarse, supone verse superado. Sin embargo, el que mantiene la actitud, al final termina imponiéndose a los problemas, y sube escalones hacia el éxito, sin tener que presumir de esto o lo otro, desde la humildad, pero nunca olvidando quién eres ni de dónde vienes.

Cada día de mi vida doy gracias por lo que tengo, por tener todo lo que necesito para intentar ser el mejor, y cumplir con mi parte el resto de mi vida.

Espero que hayáis disfrutado con esta entrada, tanto como yo he disfrutado escribiéndola. Gracias.



jueves, 14 de febrero de 2013

Efímero.

El tiempo se precipita hacia delante de forma vertiginosa. Si antes no percibía con claridad el transcurso de los acontecimientos, ahora ya se da cuenta de lo absorto que ha estado, rodeado de nimiedades.

El tiempo se escabulle entre tus dedos, y cierta sensación de agobio se apodera de él cuando cree que ha desperdiciado lo mejor de su vida. Sus mejores años volatilizados en batallas inconclusas que parecen no terminar.

El tiempo se detiene. Tic-tac, tic-tac... Cae en la cuenta de que tal vez, no todo ha sido en vano. Tal vez, todo ese tiempo mal invertido sólo le lleva hacia la inexorable verdad que siempre supo pero nunca terminó aceptar.

Todo es efímero.

Un pensamiento fugaz y simple, pero pesado como una piedra. El mazazo le hace darse cuenta de que ahora más que nunca debe lanzarse a por todo lo que desea, sin más tapujos que los de su propia voluntad.

En lo efímero de la existencia y el tiempo, aprendió a vivir en el momento.

lunes, 4 de febrero de 2013

Cambiando el Chip.

Mi reflexión de hoy versa sobre cómo ciertos cambios en nuestra vida, en realidad no son tan fáciles de adaptar como uno se piensa.

Ocurre algo parecido como cuando uno cree que puede pasar de caminar a correr con sólo haber dado un par de pasos, pero no es tan sencillo; y es que si has estado sentado mucho tiempo sin usar las piernas, acostumbrarse de nuevo requiere paciencia y tesón.

Así sucede con la mentalidad y el corazón. Es muy difícil que un corazón hecho a la soledad de facto, pueda adaptarse a caminar junto a otra persona de nuevo. El chip que tienes está fuertemente implantado.

En ese momento, multitud de preguntas aparecen en tu cabeza. ¿Merece la pena dejar atrás las viejas costumbres que han marcado tus pautas durante este tiempo?

Creo que si. Cuando llega el momento lo sientes. Lo sientes cuando la tranquilidad y la sencillez aparecen desde que abres y cierras los ojos al final de cada día al lado de la persona adecuada. Esas sensaciones no tienen precio. Alcanzar ese estado vale la pena. Merece ese cambio de mentalidad, porque todo lo que conlleva te llena como

Pasar de andar a correr, a veces es más rápido, y otras más despacio, pero lo importante, es conseguir correr hacia nuestro objetivo... Y acompañados, mucho mejor.