lunes, 8 de julio de 2013

Escapar, o no escapar.

"Cuando la noche se apagó, seguía sin entenderlo.

Durante muchos años había imaginado el transcurso de una vida sencilla en lugar donde nació. La felicidad basada en la sencillez junto a las personas importantes.

Pero como ya se sabe, los planes se deshacen como la arena entre nuestros dedos antes de lo que imaginamos.

Ahora, sólo deseaba escapar.

A medida que avanzaba hacia su hogar, menos sentía que estaba en el lugar apropiado. Tal vez la tortilla se hubiera dado la vuelta demasiadas veces.

No encontraba ese confort y esa calidez vital imaginadas en los tiempos en los que todavía ignoraba la naturaleza real del mundo. No encontraba con quien enfrentarse a sus temores. Alguien con quien escapar. O tal vez si. No había manera de saberlo en aquel momento.

Se detuvo frente a las proximidades de un puente que atravesaba lo que antaño era un pequeño riachuelo que se volvía caudaloso durante el invierno. Extrajo de su funda una veterana guitarra, se encaramó a la valla que evitaba una caída de altura considerable. Tocar le ayudaba a pensar.

Arrancó varios arpegios del instrumento mientras el amanecer se cernía sobre él. Aquel ser solitario se había aficionado a contemplar la salida del sol.

Había tomado una nueva decisión. No era un mal comienzo."

1 comentario:

JOSE-MARIA dijo...

Sí a veces dan ganas de escapar... Pero ¿cómo escapar del propio desasosiego?