jueves, 9 de febrero de 2012

Levitar otra vez.

Hay días en los que sientes que falta algo.

En determinados momentos, cierto sentimiento puede invadirle a uno la mente, con cierta ansiedad. Esa necesidad se puede deber a muchos motivos y traducirse de diversas maneras. Los hay que buscan alejar la soledad simplemente, otros buscan un pasatiempo divertido, y otros que no buscan nada, pues les va bien tal y como están.

Pero, curiosamente, no es ninguno de los casos anteriormente descritos el que nos ocupa, o mejor dicho, el que me ocupa a mi. Es diferente.

¿Qué ha sido de esa sensación? ¿Qué ha sido de ese momento mágico en el que piensas que nada puede salir mal con esa persona a tu lado? ¿Qué ha sido de esa sensación parecida a levitar?

Lo cierto, es que hace mucho que no la experimento, tanto, que casi se me ha olvidado. A veces he podido estar cerca, casi rozándola con la yema de mis dedos, pero para mi decepción, siempre alejándose de forma inexorable.

Nunca me ha dado miedo la soledad, puesto que soy una persona hecha en ese habitat, con un carácter preparado para resistirla. Sin embargo, a veces uno no puede evitar pensar, si en algún momento aparecerá esa persona. Esa persona que marque un antes y un después; esa persona que te levante los pies del suelo; esa persona que no te falle, que te quiera de verdad y lo demuestre, que te acepte tal y como eres, así como tu a esa persona. Esa mujer con la que poder redescubrirlo todo de nuevo.

Caminas, corres, te caes, te levantas y vuelta a empezar. A dicha cadena que a priori parece cíclica, le falta una cosa entre los dos primeros pasos y los dos últimos. Levitar, y para quien sea afortunado, llegar a volar.

Volver a levitar otra vez, y tal vez volar. Es casi como el que piensa en un loco sueño, que nunca se cumplirá. No lo creo así. Jamás lo he creído así.

¡Tengo ganas de volver a caminar, trotar, correr, e intentarlo otra vez! ^^

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