miércoles, 22 de febrero de 2012

Mil veces.

"Quizás otros acierten de entrada; lo que es yo, no acierto sino después de diez tentativas. Quizás otros acierten después de diez tentativas; yo, después de mil."

Como bien quiso decir con esta reflexión el pensador chino Confucio, lo que cuenta realmente no es el acierto, sino la voluntad de lograrlo, pese a fallar una y otra vez. Es lo que marca la diferencia, o como otros pensadores dijeron, la voluntad, mal o bien encaminada, lo que hace marchar al mundo.

Ratifico por experiencia propia las palabras de Confucio por experiencia empíricamente demostrada, pues conozco bien lo que significa fallar y levantarse una y otra vez, pero mi voluntad sigue firme, a veces puesta a prueba por las dudas, la pereza, o el conformismo.

Como todo en la vida, se requiere de una fuente de energía para alimentar nuestra voluntad, algo que nos permita seguir pese a fallar mil veces. ¿Cómo llamar a dicho poder? ¿Sueños? ¿Libertad? ¿Amor? Cualquiera de estas palabras serían válidas, y es probable que se quedasen cortas tratando de describir esa energía.

Lo que subyace debajo de nuestra voluntad, es nuestro propio espíritu, nuestra esencia, nuestro ser.

La vida nos pone a prueba, constantemente, y puede que pasen días y días si ver luz, asediado por una tediosa espera. Pero en esos momentos recuerdas el motivo por el que te muestras inpertérrito. Recuerdas una noche especial, y momentos únicos. Recuerdas tu sueño. Recuerdas lo que quieres.

Te sientes capaz de levantarte no mil, sino un millón de veces.

No hay comentarios: