viernes, 2 de noviembre de 2012

Por el respeto a los músicos.

Por mostrar el respeto que este tipo de sitios no sienten por nosotros, los músicos, no mencionaré nombres de locales directamente, si bien me encantaría detallarlos y pintarles la cara como merecen.

La vida del músico en Canarias, y más concretamente en la isla de Tenerife siempre ha sido bastante complicada, salvo para unos pocos "privilegiados". Si atendemos a la llegada de la crisis, nos damos cuenta de que el contexto se ha vuelto fatidico.

Curiosamente, en el año 2009, si que se podía decir que la situación era aceptable, pues todavía se encontraban locales en órbita como el Honky Tonk Express, que menciono en mi artículo porque lo considero el local justo y profesional por antonomasia. Pocas veces he tenido el placer de repetir una experiencia tan satisfactoria en el trato, las conciones y en el pago final.

En el año 2012 y anteriores, se ha producido progresivamente el descenso de oportunidades para los que humildemente nos dedicamos a esto de la música en vivo. Las oportunidades para sacar adelante música propia se ven cada vez más acotadas, dejando las pocas opciones disponibles para grupos dedicados a las versiones, y más hacia la zona sur de Tenerife.

La experiencia me ha dicho, o me ha vuelto a confirmar, que lo que se intenta hacer es sacar el máximo provecho de la gente de nuestro gremio, pagar lo justo (e incluso ahorrarse este trámite) que los músicos te llenen el local y en muchos casos, que te "busques la vida" a la hora de montar equipo porque no tienen ni el mínimo básico. Es inaceptable, y una vergüenza ese desdén hacia una profesión, porque aunque muchos piensan que tocar en subirte a un escenario a vacilar y pasarlo bien, no se trata de eso. Detrás del espectáculo, hay horas de ensayo con tu banda y mejorando tu técnica individual, miles de euros invertidos en equipo, gasolina y pago de locales para ensayar. Hay un trabajo que como mínimo, merece ser retribuido en su justa medida.

Es curioso, porque habrá alguno que tenga el rostro de llamarme "pesetero". No se trata de cuestiones relacionadas con ser avaro, o no, sino con el respeto. Respeto que se ha perdido, en una tierra donde reina el amiguismo/nepotismo, las tomaduras de pelo a los profesionales de la música en general. Me entristece ser así de tajante, pero en mis palabras solamente hay honestidad y la visión que el paso de los años me han dado de la situación. Y sin tocar el tema de los Ayuntamientos, que mantienen la misma "filosofía" de pagar lo justo y necesario, o pagar una tocata varios años después. En la actualidad una de mis banda sigue exigiendo el pago de un concierto en la isla de La Gomera realizado en junio de 2011. ¿Profesionalidad ante todo, no?

Hasta me he planteado dejar la música en directo en alguna ocasión. ¿Para qué voy a tocar? ¿Para gastarme dinero en gasolina y no ver un duro, sino dos "cubatas", o la promesa de que la próxima vez cobraré más? Para los que no tenemos trabajo, es una de las pocas formas de ingresos que tenemos, y a quien no le guste, que no mire, pero esto es un trabajo, no solamente uno de mis hobbies, y los trabajos, se pagan.

Algunos dirán que no he mirado bien, que no todos son así. Lo segundo si es cierto, si bien en nuestra isla solamente habrá dos o tres locales que cumplan con el mínimo en la zona de Tenerife norte. Lo primero, poco puedo decir, porque en estos años he estado en bastantes sitios, y mi impresión es la misma: "ahórrate dinero, a los músicos una consumición y fuera".

Nada más. Quería transmitir lo que siento con respecto a esta situación.

Para terminar, un particular consejo para mis compañeros de profesión: cuando toquen, tengan claro si les reporta más ir gratis para "promocionarse" y llenarles el local con vuestros amigos y vuestra familia (no con gente que el local llame, como he visto en muchas ocasiones) o exigir el pago que le corresponde a un músico como a cualquier otro trabajador. Ahí lo dejo. Llegará el día que tendremos que ir con un contrato firmado por ambas partes. Es lo que tiene negociar con sinvergüenzas que no tienen palabra.

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