martes, 22 de enero de 2013

Disonantes.

A menudo tenemos la tendencia a olvidarnos de la realidad aunque la tengamos delante de nuestras narices. El ser humano es experto en esta materia.

Empecinarse en hacer funcionar algo que desencaja, o intentar encajar una pieza, que sencillamente no es la correcta, es algo demasiado habitual.

Pongámonos en el supuesto más típico: el amoroso. Algunos pueden justificar, o al menos, intentarlo en motivos sentimentales, no obstante, así como las apariencias caen por su propio peso, y aunque se intente prolongar una situación insostenible, siempre acaba cayendo, de una forma u otra.

Cuando se desentona, no es posible taparse, igual que cuando una cuerda suena desafinada, destruye la belleza de un acorde.

Por desgracia, a veces demasiadas cuerdas desafinadas pululan cerca, desentonando y "dando el cante" como quien diría. Sin embargo, tengo la tranquilidad de que esas cuerdas serán cambiadas a su debido tiempo, o tal vez, se rompan, y vengan las suplentes unas nuevas mucho mejores. Lo que dudo es que se afinen, o que te acostumbres, cuando lo has intentado una y otra vez. Y uno puede preguntarse si tal vez está equivocado, pero cuando muchos avalan y comparten tu pensar, no cabe lugar para muchas dudas.

Hasta que llegue el momento, sólo queda esperar, y confiar en que el acorde que construyen esas magníficas personas que me rodean no se infecten de esa negativa onda que está totalmente fuera de lugar, y claro, intentar hacer oídos sordos a los vulgares sonidos disonantes que emiten, aunque sea una tarea ardua y complicada.

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