martes, 8 de febrero de 2011

Caminos divergentes.

Todavía resuenan opiniones que se contraponen en una sala solitaria, pero llena de energía. Una tras otra, varios oradores, no se ponen de acuerdo sobre que camino escoger para afrontar la vida y la existencia. Cada uno exponía su opinión, de acuerdo a su manera de entender la cuestión.

El Escéptico afirmaba:
-Lo mejor será esperar y tener paciencia, ya aparecerá la senda correcta, todo es cuestión de tiempo...Y si tampoco apareciera ninguna, no me sorprendería, la experiencia nos ha dicho que las nuevas opciones son en su mayoría futuros fracasos. Lo mejor será continuar así, no nos arriesguemos a tener más problemas.-

El Hedonista lo contradecía:
-Debemos partir por un camino que se pueda transitar rápido y velozmente, de placer, de momentos intensos, de deseo y de satisfacción, donde realmente podamos ser nosotros mismos, ¿qué más da que sea un camino extraño y ambiguo? Lo que importa es disfrutar del presente, porque en la existencia, todo es efímero-

Y finalmente, el Romántico, se arriesgaba:
-Hay que buscar el camino que realmente deseamos, el que señala el corazón, aunque tengamos que sufrir penalidades, aunque haya que luchar, un camino que merezca la pena recorrer, porque el fin, justifica los medios, cuando en él, reside la posibilidad de ser feliz, de sentirnos reconfortados por la complitud de cruzar nuestro camino con el de otros-.

El Pensador, el líder de los cuatro oradores, únicamente los escuchaba, y aportó un elemento que ninguno había mencionado:

-De esas posibles opciones, solamente debe escogerse aquella que sea más adecuada objetivamente, aquella opción que resulte más conveniente a través de una reflexión profunda, de modo que sea la que sea, la decisión habrá de fundamentarse en hechos probados, no sólo en conjeturas.-

-¿Cómo había forma de decidir?- Preguntaron los otros tres.

-Muy fácil- Respondió. -Probemos cada uno de ellos y decidamos a razón de la experiencia-

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