lunes, 18 de abril de 2011

¿Nacido para conformarse?

¿Por qué iba a conformarme con las migajas de la tarta pudiendo tener la mejor porción? El dilema se trasluce en muchísimos ámbitos, desde el cotidiano, del día a día e incluso al ámbito cultural, que es precísamente el problema que con tanto ahínco trato de denunciar siempre que puedo. ¿Y por qué darle tal importancia a una cuestión que en apariencia carece de importancia? Mientras exista una cierta seguridad en el día a día, y haya posibilidad de disfrutar de los pequeños placeres mundanos que permiten alegrarnos un poco más el día a día (y haya algo que llevarse a la boca) todos estamos conformes, dejamos que el mundo siga girando en el sentido que determinen los que realmente "manejan las cuerdas" como diría aquel magnífico actor que era Béla Lugosi. La pregunta siguiente sería bastante lógica. ¿Quién soy yo para juzgar la forma en la que ocurren los acontecimientos y la actitud de los demás? Reconozco, que no soy el adalid perfecto del progreso ni mucho menos de la perfección, pero la actitud es algo básico, algo que debes tener para no pertenecer a ese movimiento conformista que se ha apoderado de la gente en prácticamente todos los aspectos de la vida del ser humano. Quizás no se pueda observar a simple vista, pero si reflexionamos y hacemos balance, probablemente algo de lo que menciono aquí si concuerde. Yo no soy quien para juzgar lo que hagan los demás, ni nada similar, pero lo que tengo claro es que prefiero ser una persona con ambición a una persona conformista, es decir, ambición por mejorar, por no conformarme con las migajas que nos ofrecen los que ocupan las esferas altas del poder, ni tampoco conformarme con migajas o con las sobras que me ofrezcan en el día a día. No he nacido para conformarme con lo mínimo, siempre busco lo mejor que la vida pueda ofrecerme, siempre desde la más absoluta humildad, pero también desde la mayor autoestima.

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