¿Y si mañana llegara el fin? ¿Que podríamos sacar en claro de todo esto?
En el contexto tan extraño que rodea a la fecha del 21 de diciembre, en la que no creo que suceda nada en particular, ni que el mundo empeore más de lo que ya está pese a que podría, uno se hace eco de las tendencias actuales y reflexiona.
No se han hecho las cosas tan bien, ni tan mal. Queda mucho por hacer. ¿Qué balance más equilibrado que ese? Quizás es un análisis que peca de ser prematuro, pero acorde a una personalidad tan exigente como la mía, no podía ser de otra manera.
Quisiera haber hecho miles de cosas más, y en ocasiones noto que se me escapan los días y el ritmo no es suficiente. Los que tenemos una ambición y pretensiones tenemos que alimentarla con logros, triunfos y éxitos. Exige que se alimente con mucho ahínco.
A día de hoy sé que puedo dar mucho más, y que tengo objetivos que pensaba que estarían conseguidos a estas alturas.
Si el mundo no se acaba este viernes, ya tengo la lección aprendida sobre perder el tiempo y controlar la pereza. El éxito está ahí para quien lo quiere y se lo trabaja.
Este año, no pienso bajar el pie del acelerador, y si el fin del mundo lo permite, todos deberíamos seguir avanzando hacia nuestras metas. ¡Todos hacia delante!
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