miércoles, 7 de diciembre de 2011

Hacia arriba.

Tras permanecer en un espacio de tiempo de reflexión, me he dado cuenta (por enésima vez) de que no puedes lamentarte por nada que ya haya sucedido, porque no sirve para nada. Hay cosas que una vez que tienen lugar no se pueden borrar o cambiar. A eso se le llama aceptar responsabilidades.

Y en ese sentido, solamente puedes mirar hacia arriba y subir, pulsar el botón hasta el último piso de esta torre, porque llegaste al -5, aunque ni te dieras cuenta.

Como es evidente, el transcurso de esa subida por este edificio es larga, y necesitaremos la ayuda de las mejores personas de las que seamos capaces de rodearnos para no hacer insufrible un ascenso duro y complicado, en el que hasta tú tendrás ganas de bajarte y salir, pero ellos, las personas de verdad, te apoyarán, no escaparán, y seguirás adelante. También habrá algunos esperando el momento para propiciar un nuevo descenso.

Este ascensor solamente tiene una dirección, hacia arriba, hacia el futuro, hacia la felicidad, cueste lo que cueste y por mucho que le pese a quien le pese, que por cierto son bastantes, diría yo. Deben ser como los cimientos del edificio: tristes bloques de cemento sobre las que asciendes hacia el infinito.

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