lunes, 12 de diciembre de 2011

La llama del poder.

Esta mañana al levantarme, he reflexionado acerca de la espera, en sentido amplio, el tiempo que transcurre desde que inicias una acción con una finalidad hasta que logra el objetivo deseado (a veces)

En las personas proclives a la impaciencia, como yo, siendo honestos, a veces esperar se hace eterno y necesitas ver resultados en poco tiempo. Se puede convertir en un espacio de tiempo muy duro si no eres capaz de adaptar tu mente y centrarte en lo que conseguirás. A veces la moral empieza a decaer, es inevitable.

Sin embargo, esta mañana al levantarme, no me ha invadido esa sensación, sino todo lo contrario. Pienso que cuanto más te esfuerzes en luchar por lo que quieres, más cerca estará de ti que en el caso en el que te muestres ansioso, desmoralizado o apagado.

Visualizad en vuestra mente vuestros objetivos, dadles forma, y pensad en lo que supondrá conseguirlos al fin. Esa sensación de haberse impuesto a las dificultades y a todos los obstáculos que se te han puesto delante, es una de las mejores que podrá experimentar el ser humano, en mi opinión. Es la sensación de sentirse realizado, de haber hecho las cosas bien, del éxito.

Esa sensación es como una droga para ciertas personas, algo que te impulsa a luchar por demostrar que puedes conseguir todo lo que te propones. Una vida sin este sentimiento sería vacía y triste, como una vida donde no existiera el amor.

Puede que se interprete que en algunos casos, las metas y los objetivos son solamente combustible para la gran llama de la ambición que arde en el corazón de algunas personas, pero nunca debemos olvidar que la ambición, bien conducida, puede llevar a lograr cosas imposibles en apariencia. Un buen ejemplo es el de un joven nacido en una isla del Mar Mediterráneo, cuyo padre lo alistó en el ejército del país que había conquistado hacía poco la isla. Finalmente, este pequeño corso, del que mucho se reían al principio, llegó a convertirse en Emperador de Francia, y a dominar la mayor parte de Europa, escribiendo uno de los episodios más épicos, sangrientos y grandiosos de la historia de la Humanidad.

Todo nació de esa llama que arde en el corazón de algunos incoformistas. La llama del poder.

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