lunes, 19 de diciembre de 2011

Nunca digas nunca jamás.

En estos días en los que se acaba el año y empiezas a meditar sobre lo positivo y negativo que ha acontecido, te das cuenta de que la vida da muchísimas vueltas inesperadas. Comparando mi situación al comenzar el año pasado, no imaginaba que iba a sentirme así.

No podía pensar que en un año aprendiera tanto sobre la vida, sobre las personas, sobre mi mismo.

Siendo coherentes con mis anteriores reflexiones, no me arrepiento de haberlo pasado mal, porque a fin de cuentas son experiencias que al final te sirven de lección para no repetirlas, o al menos, para intentar evitarlas. Por eso no rechazo los malos momentos, si bien me gustaría borrar unas cuantas partes.

¿Pero qué es lo bueno sin lo malo? ¿Qué es la vida sin la muerte? Siempre existe esa dualidad universal, que de una forma u otra aparece reflejada en cada aspecto de nuestra existencia.

En tan solamente dos meses, he cambiado, me considero una persona más completa, una persona con objetivos y metas claras, donde antes había confusión y miedo. Me he vuelto optimista y siempre dispuesto a intentar buscarle el lado positivo a las situaciones.

Me he llevado grandes decepciones también, en muchos aspectos. Esperé demasiado y al final no tuve casi nada, pero sin embargo, lo poco que algunos me dieron, lo guardé como oro en paño. E incluso, personas de las que no lo esperaba, tuvieron gestos que conmovieron mi fuerte carácter hasta emocionarme.

No podemos decir nunca, puesto que tal vez, al día siguiente, a la hora de decirlo, al minuto, o al segundo, nos daremos cuenta de que no todo es blanco y negro, sino que existen tonos grises, y lo que hoy parece un orgulloso gladiolo en esplendor, mañana solamente esté marchito, tan efímero y triste como su propia existencia, que pensaste sería eterna y placentera. Y sucede al contrario, cuando observas que una margarita que creías débil, dudosa, en la que debías esforzarte más, contínuamente en el filo del precipio del fracaso, brilla con mucho más fuerza que aquella que pensaste que brillaría para siempre.

Rectificar es de sabios suelen decir, y con gran razón, porque nada es inamovible, ni eterno, pero lo que realmente importa es saber aprovechar el tiempo que se nos ha dado, buscar la felicidad junto a la persona que queramos y vivir, intentando ser coherentes con nuestra mente y nuestro corazón.

Muchas gracias como siempre por leer este blog.

Un saludo.

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